Cuando las expectativas no se cumplen

Un conflicto de relación es una situación de confrontación en la cual lo que uno espera del otro no se ve satisfecho. Se da en todas las relaciones: familia, pareja, amistades, compañeros de trabajo o estudios.
En primer lugar, se debe tener en cuenta que todo grupo de personas constituye un sistema que busca equilibrio. Desafortunadamente, este equilibrio a veces se mantiene a costa del sufrimiento de uno de los integrantes.
Un ejemplo de conflicto familiar lo vemos en ciertos casos de fracaso escolar. Cuando los resultados académicos no son los esperados o existe una conducta disruptiva, ya sea en casa o en la escuela, algunos padres acuden a la consulta con el propósito de que su hijo o hija cambie.
Sin embargo, no son conscientes de que tanto los problemas conductuales como la falta de rendimiento escolar de sus hijos son sólo los síntomas que ponen de manifiesto que algo no va bien.
Pensar que la causa está exclusivamente en la persona que presenta el síntoma es no querer ver toda la magnitud del problema, es no querer buscar el verdadero origen y por lo tanto la solución más efectiva.
Sin identificar el motivo profundo de los cambios de conducta y rendimiento escolar y sin introducir cambios en el sistema familiar, difícilmente el niño o niña volverá a estudiar como antes y a comportarse como ellos esperan.
Es decir que, hay una causalidad circular: si se mantiene la causa, se refuerza la consecuencia y a la inversa. Por ejemplo, unas circunstancias familiares difíciles (problemas económicos, separación, enfermedad o muerte) repercuten en mayor o menor grado en el rendimiento escolar y en el estado anímico del hijo o hija. Y, a la vez, los problemas de adaptación de los hijos a un entorno cambiante revierten en un empeoramiento del clima familiar, como refleja el siguiente gráfico.

¿Cómo se puede desbloquear el conflicto?
Con la intervención psicológica se proporciona una nueva lectura de la situación que ayude a redefinir el rol atribuido a la persona que presenta el síntoma. Se trata de verlo con una nueva mirada.
Por ejemplo, en lugar de ver al hijo o hija como la persona problemática que les ha decepcionado, mirarlo como la persona que necesita amor y seguridad en su entorno. Este cambio de mirada generará cambios de relación que darán lugar a un cambio de conducta del hijo o hija, lo cual a su vez favorecerá la armonía familiar.
Por lo que se refiere a los conflictos de pareja, es frecuente que la persona que va a la consulta espere que sea el otro el que cambie.
En este caso también se trata de un sistema con dos integrantes cuyas acciones se retroalimentan. Por lo tanto, si uno quiere que el otro cambie, también tendrá que hacer algo distinto. Sólo así podrá salir del bucle acción-reacción-acción…
En la consulta se ven casos de parejas en la que uno de los miembros espera que el otro sea más atento, más complaciente, más proactivo o más ordenado… y se enfada (reacción) porque no lo es. Entonces, dice algo desagradable (acción) que al otro le sienta mal y también se enfada (reacción)…
Introducir un cambio, ya sea a nivel de comunicación, de aceptación o de autocrítica, ayudará a desbloquear la situación. Sin embargo, en cualquier tipo de relación, el miedo a las consecuencias del cambio puede paralizar.
En las sesiones de trabajo, se identifica este miedo y se ayuda a mejorar la comunicación, tanto para expresar los sentimientos y el malestar psicológico, como para empatizar.
De igual manera, se desgranan las causas más profundas del conflicto y se trazan los pasos a dar. Por último, hay que tener presente que la evolución de un conflicto no depende únicamente de uno mismo: siempre es un juego de fuerzas, un sistema que busca equilibrio.
Después del análisis de la situación y de efectuar los cambios y la adaptación pertinentes, la persona o la pareja se encontrarán en otro momento en el cual se abrirán nuevas vías. Un momento más próximo a la resolución del conflicto porque se habrá roto el círculo vicioso que llevaba siempre al mismo lugar.
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